Explorando la influencia visual en la sociedad contemporánea
Las ondas visuales son colosales, nos arrastran y nos despojan de la auténtica esencia y sencillez de la vida. En nuestro interior prevalecen los linajes, las posiciones, los recursos financieros, e incluso con quiénes nos relacionamos; estos son los aspectos visuales que utilizamos para sentirnos exitosos y poderosos. Nos volvemos vanidosos y al mismo tiempo experimentamos un vacío profundo y carente de propósito. La imagen es engañosa y no refleja la verdadera esencia del individuo. La imagen es una copia adulterada y una construcción de la realidad social que nos rodea. La empleamos para destacar, para atraer y para obtener aceptación, en nuestra condición de seres humanos.
En adición a lo anterior, la influencia visual nos desestabiliza, distorsiona nuestra percepción, nos dehumaniza e insensibiliza. Nos relacionamos mejor con los animales que con nuestros semejantes, aquellos a quienes deberíamos proteger. Sin embargo, esto no es correcto.
Reflexionando acerca de hasta cuándo continuaremos de esta manera…
La obsesión por mantener una imagen perfecta nos pulveriza interiormente. En el ámbito político perdemos la capacidad de actuar colectivamente. En el mundo empresarial, adoptamos una imagen que nos aleja profundamente de nuestra verdadera esencia. En el ámbito religioso, la imagen nos impide ser auténticos. En el campo artístico, dejamos de ser transformadores y nos convertimos en una entidad irreconocible; pues el artista anhela ser reconocido y diferenciarse entre la multitud.
Esta reflexión está dirigida a todos aquellos que interactúan con individuos, con colectivos, con la sociedad en su conjunto. Formamos parte de una estructura fracturada que requiere ser reparada; sin embargo, la necesidad de mantener una imagen perfecta no nos permite evolucionar de manera íntegra y humilde. Debemos comprender que somos simples pasajeros en este mundo, somos únicos, estamos destinados a colaborar y ayudar a los demás. Cuando el líder político logre comprender esta perspectiva, su desempeño será más efectivo, más gratificante y mejor aceptado.
No estamos destinados a ser simples adornos, no somos una mera apariencia superficial, somos auténticos, pero debemos permitir que nuestra autenticidad emane y sobresalga en medio de las influencias que intentan diluirnos sigilosamente. Somos únicos, poseemos la capacidad de reconstruir lo que está en ruinas. Debemos emplear esas fortalezas; no obstante, la imagen nos seduce, nos presenta mentiras disfrazadas de verdades. En esta reflexión nos motivamos mutuamente para liberarnos de las corrientes que nos opacan y nos sofocan en ilusiones vacías. Existe tiempo, aún podemos ser genuinos.