El genial imitador en la era contemporánea
Cuando cumplí dos décadas de vida, quedé impactado por un texto acerca de un artista holandés que producía reproducciones de pinturas. Ahora, seis décadas más tarde, he decidido compartir de forma resumida el contenido de ese artículo, de la siguiente manera:
A lo largo de los años, Holanda ha visto nacer a diversos talentos en el arte de la pintura, siendo Johannes Vermeer el más renombrado de todos, elevado por los holandeses a un estatus nacional equiparable al de Diego Rivera en México. Por otro lado, Meegeren, un holandés con gusto por la pintura, recibió críticas desfavorables sobre sus primeras obras, generando en él un deseo de venganza y rencor hacia los críticos que deseaba ridiculizar. Por ello, decidió copiar las obras de Vermeer. Durante la Segunda Guerra Mundial, adinerados holandeses adquirieron vorazmente obras de Vermeer para evitar que cayeran en manos de Hitler u otros líderes nazis. Sin embargo, una de esas falsificaciones llegó a manos del lugarteniente de Hitler, Hermann Göring.
En pleno juicio, Meegeren confesó que el cuadro en posesión de Göring no era un original de Vermeer, sino una imitación creada por él mismo. Su delito fue considerado la falsificación, no la traición a la patria. Meegeren demostró un talento excepcional en la pintura, llegando incluso a ser aclamado por críticos de renombre que consideraron una de sus obras como la mejor de Vermeer.
Condenado a 10 años de cárcel por falsificación, Meegeren vio retirada la acusación de traición a la patria al evidenciarse que el cuadro en disputa no era auténtico. Durante su reclusión, solicitó la presencia de expertos para que evaluaran sus habilidades artísticas. Frente a ellos, pintó una obra que fácilmente podría atribuirse a Vermeer: Jesús entre los doctores, también conocido como “El joven Cristo en el Templo”. Este acto agravó su condición de falsificador, pero lo exculpó definitivamente de la acusación de traición.
Este episodio pone sobre la mesa la visión de algunos críticos de arte que afirmaron que, de haber seguido un rumbo honesto, Meegeren habría sido una figura destacada en el arte contemporáneo en lugar de dedicarse a la falsificación.
Este cambio de roles diabólico tuvo lugar debido a las críticas iniciales que recibió Meegeren sobre sus primeras obras, consideradas mediocres. Para demostrarles que estaban equivocados o prejuiciados, se convirtió en un falsificador ingenioso de Vermeer, el pintor más célebre de Holanda.