Observar a Marileidy en la pista nos permite creer que lo inalcanzable se puede conquistar: ella tiene la singular habilidad de establecer un nuevo récord olímpico con una sencillez que lo hace ver fácil al ojo ajeno.
Su relato es similar al de muchos deportistas de nuestra nación, marcado por grandes desafíos, carencias profundas y un enorme esfuerzo por sobresalir. Por ello, impacta oír su declaración sobre competir “para abrir caminos a los jóvenes dominicanos, ya que este triunfo no representa solo una victoria personal, sino una oportunidad para ellos”.
Marileidy es consciente de su rol como figura inspiradora para las niñas que ambicionan superar barreras, demostrándoles que es posible alcanzar objetivos tan grandiosos como obtener la primera medalla de oro olímpica para una dominicana, todo gracias a la perseverancia.
El camino hacia el triunfo de Marileidy fue arduo, partiendo de una base con escaso soporte. Aunque su talento excepcional ha revertido esa situación, hubiera sido ideal contar con mejores medios de entrenamiento desde el inicio.
El caso de Marileidy debería servir para reflexionar sobre el incremento en el presupuesto y el soporte hacia los atletas, facilitándoles una evolución dentro del deporte menos tortuosa. Es inconcebible que únicamente reciban como recompensa aplausos y el reconocimiento como “orgullo nacional”, cuando han tenido que esforzarse al máximo sin los recursos necesarios. Esto siempre será insuficiente.
Además, su perseverancia y éxito subrayan la importancia de un soporte continuo y sólido para los atletas desde el inicio de sus carreras. Esta firme base no solo les permite mejorar su desempeño sino también elevar el estándar deportivo nacional, inspirando a futuras generaciones a seguir sus pasos con la esperanza de superar sus logros.