Errores cometidos: una situación indeseada

Errores cometidos: una situación no deseada

Lamentablemente, en nuestra sociedad el embarazo durante la adolescencia es considerado como un desafío, lo que limita su abordaje y conlleva a la discriminación de las jóvenes que se encuentran en esta situación y se convierten en madres.

La falta de un análisis profundo del fenómeno desde perspectivas como la diversidad de conceptos culturales de la maternidad-paternidad y del entorno social, así como las diferencias entre embarazos planeados y no deseados y su impacto en diversos estratos sociales, repercute de forma negativa en las adolescentes.

En distintos estratos socioeconómicos, tanto en los niveles medios como en los bajos, se presentan casos de adolescentes que quedan embarazadas y algunas de ellas se convierten en madres.

En las familias de clase media, las reacciones ante un embarazo adolescente difieren de las que se observan en las familias de niveles socioeconómicos más bajos. Es visto como un error grave con una fuerte censura social debido a la percepción de que afecta el prestigio y la reputación familiar. Algunas de las consecuencias en estos estratos son las siguientes:

Imposición de la celebración de un matrimonio. “Cuando le dije a mi madre, se puso muy nerviosa y me exigió que me casara, me pidió que él viniera a casa porque debíamos organizar una boda, ella no quería aguantar los comentarios”.
Ocultamiento de la adolescente embarazada. Si la pareja se niega a contraer matrimonio, se obliga a la joven embarazada a permanecer oculta en casa, cambiarse de residencia o incluso trasladarse al extranjero.

Las adolescentes de nivel medio señalan que sus familiares adoptan una postura de rechazo y las culpan constantemente por “haber cometido un error”, por eso prefieren no hablar de su embarazo: “fue un periodo tan doloroso, no quiero recordarlo”.

Otro aspecto que contribuye al aislamiento y la desilusión es la negativa de las instituciones educativas a permitir que continúen sus estudios, forzándolas a ser “alumnas libres” para evitar “contagiar” a otras compañeras adolescentes.

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En los estratos sociales más bajos también hay escuelas que siguen expulsando a las alumnas embarazadas, aunque lo hacen de forma encubierta, sugiriendo a estas jóvenes que sigan su formación en el programa para adultos.

Es crucial cambiar la percepción del embarazo en la adolescencia como un “problema”, como un factor que contribuye a la pobreza y la desilusión. Esta visión genera estigmatización y exclusión hacia las adolescentes, refuerza la misoginia y la irresponsabilidad de los jóvenes que son padres.

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Resulta contradictorio promover la vida por un lado y estigmatizar, marginar y maltratar a las adolescentes embarazadas por otro, convirtiendo su experiencia de embarazo y maternidad en un calvario, asociado más con la muerte que con la vida.

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