El impacto económico de la religión
Una de las situaciones más problemáticas que enfrentan frecuentemente las personas es la falta de concentración. Nuestros antepasados solían usar términos como “un disoluto” para referirse a alguien que se dispersaba en múltiples direcciones y no se centraba en nada en concreto.
Además, se solía decir que aquella persona era per-versa o per-vertida, es decir, que desviaba su camino hacia acciones indebidas. Algunos grupos intentan erradicar estos términos del lenguaje y promueven una mentalidad licenciosa en la que se permite a cada individuo comportarse de la manera que desee, incluso si implica desviaciones extremas de la norma. Esta nueva mentalidad busca establecer una supuesta “nueva era” en la que las personas tienen total libertad para experimentar, desviarse de la moral convencional y perder su identidad original.
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Lo más preocupante de estas corrientes modernas es que, mientras la mayoría de las personas anhela descubrir su verdadera esencia y propósito en la vida, estas tendencias fomentan la diversión desenfrenada, la perversión y la dispersión de la identidad individual y colectiva de las personas, comunidades y naciones.
En resumen, la estrategia parece conducir hacia una trayectoria confusa y desviada que lleva a una humanidad homogénea y licuada, donde cada individuo sigue un patrón similar y se convierte en un “zombi” sin identidad propia, perpetuando la idea de que todo se comparte y se diluye hasta formar un único flujo continuo (Guillén). Esta eventualidad estaría bajo el control de la inteligencia artificial, dirigida por los líderes de la pretendida “nueva era”.
De hecho, históricamente todas las sociedades han luchado contra la dispersión de la conducta humana, estableciendo normativas y mecanismos de control social para mantener el orden. La opinión pública, la crítica, la burla y el chisme han sido utilizados como medios de control social en todas las culturas y civilizaciones.
A nivel individual, la falta de concentración suele acarrear sanciones e incluso conducir a la locura o a la pérdida de libertad y vida en ciertos casos.
Entre los métodos de control social más efectivos se encuentran los procesos de socialización, aquellos que nos enseñan a comportarnos de manera aceptable en sociedad. Estos procesos se inculcan en el hogar, en la escuela y en cualquier ámbito de interacción social. Cuando estas medidas resultan insuficientes, las leyes y las fuerzas del orden público intervienen para mantener la estabilidad social.
No obstante, en la actualidad, las personas parecen verse atraídas por formas de entretenimiento y distra
ción que implican riesgos significativos. A su vez, se enfrentan a una amplia gama de alternativas para dispersarse en su día a día.
Un bebé no logra reconocerse en el espejo hasta después del primer año de vida. Existe la posibilidad de que una persona viva toda su existencia sin llegar a comprender quién es realmente y mucho menos quién desea convertirse.
Las raíces como la patria, la familia, los amigos, la comunidad y la región suelen ser las primeras referencias que permiten a uno auto-identificarse y comenzar a comprender la propia identidad, tanto a nivel individual como colectivo.