Incertidumbre sobre la decisión final en las urnas venezolanas

Mediante el empleo de barreras que prácticamente eliminaron la vigilancia neutral en el evento electoral del domingo, la administración de Nicolás Maduro, con miras a asegurar su continuidad en el poder, neutralizó a los adversarios opositores desde el principio. Muchos partidarios de la oposición fueron selectivamente obstruidos para participar, tanto dentro como fuera del país; una maniobra del oficialismo que actuó simultáneamente como competidor y árbitro, ya sea directamente o manejando los hilos tras bambalinas, lo que pone en duda la credibilidad de los resultados electorales. La supervisión y recuento de votos quedaron en manos de cuerpos electorales cuya selección careció de diversidad, haciendo imposible asegurar la neutralidad. Estas autoridades finalmente recurrieron a la suma de votos en total secreto y solo con la presencia de aquellos que fueron rápidamente proclamados vencedores, con un informe final que sorprendentemente se alejó de un conteo preliminar. Esto último, en todas las instancias previas en América, había corroborado con precisión los pronósticos de encuestas, prediciendo un resultado totalmente opuesto al que sorpresivamente anunció el Consejo Nacional Electoral.

Este tipo de actitudes por parte del gobierno venezolano recalcan la urgente necesidad de una observación electoral internacional sólida y sin restricciones, para garantizar la transparencia y justicia del proceso democrático en el país. La interferencia gubernamental notoria en las elecciones no hace más que subrayar la importancia crítica de establecer mecanismos que aseguren la integridad electoral y restituyan la confianza en el sistema democrático venezolano.

Despliegue de una Estrategia de Intimidación y Control

La elección estuvo marcada por una supervisión estricta, casi totalitaria, por parte de un régimen que ha demostrado repetidamente su intransigencia y que incluso llegó a advertir, de manera manipuladora, sobre un posible derramamiento de sangre en caso de no resultar victorioso. El fervor y la fe en el sistema democrático, que motivaron a millones de venezolanos a ejercer su derecho al voto el domingo, se estrellaron contra la dura realidad de una democracia desfigurada con el único propósito de perpetuar el poder existente.

Este escenario deja latente una profunda crisis de confianza en el sistema democrático venezolano, en donde las tácticas de intimidación llevadas a cabo por el oficialismo no solo socavan los principios democráticos, sino que también profundizan el descontento y la desesperanza entre la población. La reconstrucción de este tejido social y político será una tarea colosal para las futuras generaciones que aspiren a rescatar y revitalizar la democracia en Venezuela.

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