Comparativa de artistas que falsifican obras de arte

Comparativa de artistas que imitan obras de arte

Previamente se ha informado sobre el artículo titulado “Diversas Obras falsificadas llevan la firma verdadera de Salvador Dalí”.

Los seguidores de Dalí no apoyaban a su ambiciosa esposa Gala, quien no se conformaba con la gran cantidad de dinero que recibiría como herencia de Dalí al fallecer. Con el objetivo de aumentar su fortuna, Gala ideó y ejecutó un plan malicioso. En varias ocasiones presentó a Dalí numerosos lienzos en blanco, enmarcados con telas que Dalí solía utilizar para sus pinturas. Gala pidió a Dalí que firmara esos lienzos mecánicamente, los cuales luego vendió tras la muerte de Dalí. Cualquier trazo de carbón o brochazo de pintura al óleo que se agregaba a estos lienzos les otorgaba la apariencia de ser obras de Dalí debido a llevar su firma auténtica.

Además, se ha publicado también el otro artículo “Han Van Meegeren, la mente más creativa en falsificar cuadros del siglo XX”.

En los Países Bajos surgieron varios talentos de la pintura. Destacando entre ellos Johannes Vermeer, mientras que Meegeren aspiraba a convertirse en otro renombrado pintor holandés, sus primeras creaciones fueron calificadas por expertos y críticos como mediocres. Esta situación generó en Meegeren un sentimiento de rencor que lo llevó a querer ridiculizar a los críticos. Por ello, Meegeren se dedicó a imitar las obras de Vermeer. De hecho, la falsificación de Meegeren titulada “Los discípulos de Emaús” fue considerada como una de las mejores obras de Vermeer. El alto aprecio que Holanda tenía por Vermeer llevó a que todas sus obras fueran declaradas oficialmente como patrimonio nacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, adinerados holandeses adquirieron las obras de Vermeer fervientemente con el propósito de evitar que terminaran en manos de miembros del partido nazi. Sin embargo, se descubrió que una obra de Vermeer estaba en posesión del lugarteniente de Hitler, Hermann Göring; luego de una investigación se confirmó que la pintura fue inicialmente vendida por Meegeren, quien fue arrestado y acusado de vender al enemigo nazi parte del patrimonio nacional. Durante el juicio, Meegeren reveló que la obra no pertenecía a Vermeer, sino que era una falsificación realizada por él mismo. Aunque fue acusado de falsificador, no enfrentó cargos por traición a la patria. Mientras estuvo en prisión, solicitó la presencia de destacados críticos y expertos en arte en su celda. Frente a ellos, pintó una admirable obra titulada “Jesús entre los doctores”, conocida también como “El joven Cristo en el Templo”, la cual podría ser considerada auténtica de Vermeer. Con esto, demostró poseer un talento excepcional y que quizás hubiera sido uno de los grandes genios de la pintura del siglo XX de no haber sido por la discriminación y los prejuicios que enfrentó por sus primeras obras.

Los falsificadores de las obras de Dalí permanecen en el anonimato, sin poder ser identificados; ellos no perseguían fines económicos. Por otro lado, Gala buscaba lucrar vendiendo lienzos firmados por Dalí. De igual manera, Meegeren, el más astuto imitador del siglo XX, se dedicó a falsificar sin buscar beneficios económicos, sino más bien buscando que el público reconociera su habilidad como artista.

A diferencia de los falsificadores previamente mencionados, los esposos Beltracchi, falsificadores alemanes, no anhelaban ser reconocidos como pintores famosos; su objetivo era enriquecerse vendiendo sus imitaciones. Wolfgang y su esposa Helene disfrutaban visitando museos para estudiar detenidamente las pinturas que pretendían copiar. Su única intención era incrementar su riqueza. Durante años, desafiaron a los expertos y críticos más reconocidos, logrando vender sus obras en prestigiosas casas de subastas de arte. Su carrera como falsificadores terminó cuando cometieron un error técnico. El proveedor de materiales artísticos que les suministraba el zinc usado para darle color blanco a sus pinturas, al quedarse sin existencias de este elemento, les vendió inadvertidamente una mezcla de zinc y titanio que utilizaron en un cuadro que estaban creando. Lo vendieron como una reliquia pintada en 1890, pero un experto al analizar la pintura encontró rastros de titanio, un elemento que comenzó a usarse en pintura recién en la década de 1920. Fue así como finalizó la prolongada y exitosa carrera de los Beltracchi como falsificadores, quienes afirmaban ante los medios que con sus imitaciones todos salían ganando, no solo ellos: intermediarios, casas de subastas y compradores que consideraban tener una auténtica joya en su posesión. El matrimonio fue juzgado, condenado a prisión y obligados a pagar compensaciones millonarias a coleccionistas privados y museos que habían sido engañados.

Conclusión

En conclusión, los artistas que deciden imitar obras de arte tienen motivaciones variadas, ya sea por lucro personal, por deseo de reconocimiento o por la simple pasión por el arte. A lo largo de la historia, han surgido casos de falsificaciones que han engañado a expertos y al mercado del arte, demostrando la habilidad de algunos falsificadores para replicar obras famosas con gran detalle. Sin embargo, tarde o temprano, la verdad sale a la luz, y estos impostores enfrentan las consecuencias de sus acciones, ya sea en juicios legales o en la pérdida de su reputación como artistas. Es importante estar atentos a posibles fraudes en el mundo del arte y valorar la autenticidad y originalidad de cada obra para preservar la integridad de la comunidad artística.

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