El gozo de Dios en el compromiso por amor
Algunos creen erróneamente que la divinidad se regocija en el sufrimiento, pero su verdadera alegría proviene de aquellos que demuestran amor y dedicación al prójimo. En este mundo lleno de engaños, quien decide entregarse a amar y servir sin duda experimentará dificultades. Sin embargo, Dios se acerca a quienes sufren por amor, consolándolos con su ternura y prometiendo la derrota de la maldad y la muerte. Como nos indica Isaías: “El Señor me sostenía, por eso no me sentía confundido.”
Adicionalmente, se puede apreciar que el sufrimiento puede llevar al desconcierto en aquellos que lo experimentan.
El anuncio de Jesús sobre su pasión y la redención divina
En una revelación a sus discípulos, Jesús les advierte que él mismo enfrentará el dolor y la desaprobación de las autoridades, pero asegura que su Padre celestial lo rescatará de la muerte. Esta interacción se refleja en la narrativa de Marcos (8.27-35).
Asimismo, es importante recordar la historia de Pedro, quien se niega a aceptar que su amado Maestro sea desacreditado y asesinado, llegando incluso a instar a Jesús a considerar otro camino alternativo.
La llamada a seguir a Jesús más allá de las conveniencias humanas
Jesús nos invita a no dejarnos engañar por las promesas vacías de éxito terrenal y reconocimiento superficial, sino a comprometernos plenamente con su enseñanza: “Quien desee acompañarme, que renuncie a sus propios deseos, cargue con sus responsabilidades y me siga”.
Por tanto, sumergirse en el amor y el servicio en un mundo donde prevalece el fracaso no es en vano, ya que la fidelidad divina siempre prevalece. Recordemos que aquellos que sacrifican su vida por difundir la Buena Nueva, alcanzarán la verdadera salvación.
Afrontando la cruz con valentía y entrega
En lugar de buscar activamente la adversidad, debemos centrarnos en amar incondicionalmente, permitiendo que los desafíos se presenten de manera natural en nuestro camino. En ocasiones, encontraremos consuelo en la mano de otros que nos ayudarán a sobrellevar nuestras cargas, recordando que la fidelidad de Dios nos sostiene en todo momento.
Así, al aceptar la cruz con fe y valentía, nos comprometemos a seguir el camino de Jesús con entrega y devoción.