Reflexiones sobre la vida de Bernarda Jiménez Clemente
Por Gabriela Santana
El día en que nos reunimos para ver la ceremonia de investidura del presidente Abinader, jamás hubiéramos imaginado que Bernarda, esa alma vibrante que compartía el momento conmigo, nos dejaría apenas diecinueve días después. Esa imagen de ella radiante celebrando el inicio de un nuevo mandato presidencial se quedó grabada en mi memoria.
La primera vez que cruzamos camino con Bernarda, hace ya más de dos décadas, fue gracias a mi esposo, Ricardo Ramírez. Él la había entrevistado en su programa matutino y quedó impresionado por su labor en Madrid con la comunidad migrante. Así empezamos a entablar una amistad cercana con ella y su compañero Pedro, una amistad que perduró hasta el último suspiro de Bernarda el 3 de septiembre pasado.
Luego de su visita a nuestra casa, Ricardo y yo hicimos un viaje a Madrid y fue allí donde nos dimos cuenta del impacto positivo que Bernarda y Pedro tenían en la comunidad. Nos abrieron las puertas de VOMADE, la organización que habían fundado para ayudar a los inmigrantes con cursos vocacionales, asesoramiento legal y oportunidades laborales. Su compromiso era evidente y su influencia política fue clave para la aprobación de leyes migratorias en los años 90.
Un momento lleno de sorpresas fue cuando, durante nuestra visita a Madrid, descubrimos una conexión inesperada con Bernarda. Al mencionar a Pia Michelén en una tienda, Bernarda reconoció el nombre y resultó que conocía a la familia de mi exesposo. Pedro y Bernarda habían apoyado a mi familia durante su estancia en Madrid, y el impacto que tuvieron en nosotros fue inolvidable.
Más allá de su cercanía con nosotros, Bernarda se dedicó incansablemente a ayudar a cientos de dominicanos en España a regularizar su situación migratoria. Su carisma y compromiso social trascendían fronteras partidistas, colaborando con diferentes sectores políticos en pro del bienestar de la comunidad dominicana en el extranjero. Su legado es reconocido y valorado por diversos líderes políticos en la diáspora.
La casa de Bernarda en los Tres Olivos se convirtió en un punto de encuentro para líderes políticos y amigos, siendo testigo de momentos entrañables con figuras destacadas del PRD. Su amistad con Peña Gómez y su labor activista perdurarán en la memoria de quienes la conocieron.
A pesar de su formación en medicina, Bernarda encontró su verdadera vocación en el servicio comunitario. Su partida deja un vacío en nuestros corazones, pero su legado de generosidad y compromiso perdurará en nuestros recuerdos. En estos momentos difíciles, enviamos palabras de apoyo a su familia, recordando su increíble espíritu y dedicación. Descansa en paz, querida Bernarda.