Dificultades para sentir empatía por trastorno psicopático
Una publicidad televisiva de hace varias décadas fue uno de los primeros signos que indicaron a la abogada estadounidense Jamie L. -quien se conoce como M. E. Thomas- podía sufrir un desorden de personalidad.
Contaba con 8 o 9 años cuando estaba mirando TV con su padre y vieron una publicidad sobre recaudación de fondos para combatir el hambre en África. Mostraban a un niño extremadamente delgado. En una escena siguiente, una mosca se posó en los ojos del niño y este no reaccionó.
Su comentario fue: ‘¿Qué niño tan bobo… ¿No puede quitar una mosca de sus propios ojos?’
Su padre se sorprendió por su reacción y cuestionó si podía carecer de empatía.
Thomas reveló esta anécdota durante una charla organizada por Psycopathy Is en agosto, una asociación que fomenta el estudio de este trastorno psiquiátrico.
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Un vistazo a la violencia inadvertida
Antes de sumergirnos en los detalles de la entrevista, es importante comprender algunos términos técnicos.
Actualmente, los manuales de psiquiatría ya no emplean los vocablos sociopatía o psicopatía, lo cual ha generado debates entre los expertos. Estas condiciones se agrupan bajo el término “trastorno antisocial de la personalidad”, a pesar de existir pruebas específicas para evaluar los rasgos psicopáticos.
La Asociación Estadounidense de Psiquiatría clasifica esta condición como una de las enfermedades mentales menos comprendidas, con diagnóstico y tratamiento limitados.
Forma parte de un conjunto más amplio de trastornos de la personalidad, que incluyen el trastorno límite, narcisismo, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y paranoia, entre otros.
Como se evidencia en la entrevista, Thomas utiliza varios términos -sociopatía, psicopatía y trastorno antisocial de la personalidad- para describir su situación.
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Interrogantes sobre el diagnóstico
A lo largo de las vicisitudes de su vida, Thomas ha experimentado una “dificultad para enfrentar ciertas situaciones” en las que debía simular y ocultar sus verdaderos sentimientos.
Otra actividad que cumplía con su requisito de brindar una recompensa era su paso por la Facultad de Derecho, donde obtuvo su título de abogada.
Fue durante sus estudios cuando recibió la primera insinuación sobre la posibilidad de tener un desorden de la personalidad.
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