Hacia el Creador Supremo

Me siento compelido a expresar estas palabras en alabanza al Supremo Creador.

La motivación surge al rememorar la reciente celebración en honor a los padres, una ocasión que me llena de profunda gratitud hacia el excelso padre que a mi y a mis hermanos nos fue concedido, al que aún tenemos la dicha de tener a nuestro lado (Rézale, amado Padre). Mi corazón se desborda de amor hacia Él, y cuán magnífico sería consagrar un día específico para glorificarle, pues a Él le debemos no solo nuestra existencia terrenal, sino también la eterna; esto mediante su inmensurable acto de amor, al entregarnos a su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador y hermano mayor, tal y como lo designamos los que participamos en los Cursillos de Cristiandad, por medio de su Madre y también la nuestra, María.

Subrayo la importancia de vivir para complacerlo, invocarlo y glorificarlo, tal como proclamamos en la Eucaristía (“nuestro deber y nuestra salvación es darte gracias”).

Nuestro fin principal debe ser amarlo fervientemente, con profundo respeto y ardiente pasión. Rogamos que nunca nos desampares y extiendas tu mano protectora sobre nosotros, tus fieles, especialmente en estos tiempos que atravesamos.

Imploramos que diariamente nos inspires a ser un faro de luz para otros, a mantenernos firmes en la esperanza y a difundir tu amor en cada uno de nuestros actos y palabras. Solicitamos tu guía en el sendero de la verdad para que, a través de nuestra existencia, otros puedan llegar a conocerte y sentir la magnitud de tu amor eterno. Permite que seamos instrumentos de paz y entendimiento en un mundo que desesperadamente te necesita. Y, por encima de todo, que nuestra gratitud hacia ti se manifieste en cada aspecto de nuestra devoción y capacidad de amar.

Quiero expresarte mi gratitud por cada nuevo día que nos das, por cada amanecer lleno de oportunidades para empezar de nuevo. A pesar de las adversidades y desafíos, tu amor incondicional nos otorga la valentía para perseverar. Te suplico que nos permitas advertir tu presencia en todos los aspectos de nuestra vida, ya sea en los momentos felices compartidos con nuestros seres queridos o en las pruebas que nos fortalecen y nos hacen más resistentes.

Que cada interacción, mirada y gesto de bondad sea un reflejo de tu amor. Ayúdanos a verte en aquellos que padecen y a ser espejos de tu misericordia ante el mundo. Inspíranos a tener el corazón siempre abierto a servir, a dar sin esperar recompensa y a ser un pilar y consuelo para los que nos rodean.

Agradezco, Padre, por tu interminable flujo de bendiciones, por la familia que nos has otorgado y por los amigos que llenan de alegría nuestro camino, por la belleza de nuestra patria. Imploro por aquellas naciones en conflicto, que tu paz reine en toda la tierra.

Reitero la inmensa bendición que representa el llamarnos Sus hijos, asegurándonos que, como tales, somos herederos y coherederos de Cristo (Romanos 8:17). Según nos revela el Evangelio según Juan, a todos los que por fe acogen a Cristo como Señor y Salvador, Dios les concede el privilegio de convertirse en hijos de Dios (Juan 1:12). Dios manifiesta su amor por medio de Su Hijo Jesucristo y, en Él, a todos nosotros, sus hijos adoptivos.

Querido Padre, concédenos siempre tener presente que todo cuanto somos y poseemos es un don de tu Gracia y que nuestra existencia refleje Tu Amor y Misericordia infinitos. Amén.

«Seas siempre bendito y enaltecido, Abbá, bendito y enaltecido».

En estos tiempos de desasosiego y complejidad, es esencial mantener viva la llama del optimismo.
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