Reflexiones destacadas de la encuesta sobre cultura democrática: ¿es necesario poner fin a esto?
Por: ROSA CAÑETE ALONSO
Después de revelar los datos de la Encuesta de Cultura Democrática (ECD), una joven activista expresó con desilusión: “Esto no puede seguir así”.
Su reacción me impactó, ya que no era lo que buscábamos transmitir con la publicación de los resultados. La desilusión puede llevar a la inacción, y esa joven representaba a aquellos grupos que habían logrado avances en varios aspectos destacados por la ECD. El propósito de la Encuesta es supervisar y fomentar la transformación de valores y prácticas que fortalezcan la democracia, no detener la participación, ya que sin ella no hay democracia.
Efectivamente, la Encuesta revela desafíos significativos en cuanto a actitudes hacia la democracia, participación política, tolerancia, confianza interpersonal, corrupción y clientelismo. Sin embargo, es fundamental comprender que la cultura democrática puede y debe evolucionar.
Si bien los cambios culturales requieren tiempo para materializarse, existen indicadores que señalan mejoras logradas a través de la participación ciudadana o decisiones políticas. El año 2020 ejemplifica esta posibilidad de cambio. Durante ese año, la satisfacción con la democracia en República Dominicana experimentó un aumento significativo, pasando del 21.9% al 38.8%, lo que representa un incremento de 16.9 p.p. Este período también marcó un cambio en la percepción ciudadana sobre la corrupción gubernamental, con una disminución del 25 p.p. en comparación con 2018. Estos datos evidencian la reversibilidad de las tendencias y la factibilidad de cambios positivos.
La encuesta del Latinobarómetro en 2020 se llevó a cabo en un momento clave, posterior a movilizaciones ciudadanas, elecciones y la instalación de un nuevo gobierno. Los resultados reflejan un fortalecimiento notable en la calidad democrática, a pesar de que algunos indicadores se hayan deteriorado durante el ciclo político subsiguiente, muchos de ellos todavía superan al promedio histórico.
“Solo aquí… el dominicano no aporta”, comentó un representante municipal en otro contexto. Sin embargo, los datos reflejan una realidad opuesta. Aunque existen aspectos a mejorar, en comparación con otros países latinoamericanos, solo el 28% de la región se mostraba satisfecho con la democracia, mientras que en República Dominicana este porcentaje ascendía a un 35%. La percepción de que el país está dominado por unos pocos poderosos en beneficio propio era del 72% a nivel regional, frente al 64% en República Dominicana. Es crucial contextualizar estos datos para comprender que los desafíos no son exclusivos de un país, sino que forman parte de una tendencia a nivel regional y global.
“Los jóvenes parecen ignorar la democracia”, lamentaba un defensor histórico de la democracia en el país. Sin embargo, es posible interpretar de manera más acertada este panorama. Los jóvenes muestran valores democráticos más sólidos, evidenciando mayor tolerancia a la diversidad y menor aceptación de la corrupción y el clientelismo.
Si bien los jóvenes han crecido en un entorno democrático, esta democracia no ha logrado cumplir con sus expectativas. La falta de oportunidades, la intolerancia y la deficiencia en servicios públicos básicos han generado descontento hacia la política, contribuyendo al distanciamiento de los partidos políticos y el aumento de la abstención. No obstante, es fundamental reconocer la participación activa de la juventud en diversas movilizaciones recientes, como la Lucha por los Haitises, el movimiento Justicia Fiscal o Marcha Verde.
Quizás, el problema no radique en que los jóvenes no valoren la democracia, sino en que esta no haya sido capaz de satisfacer sus ideales y expectativas. Al haber sido educados en un entorno democrático, exigen el cumplimiento de las promesas que esta les hizo.
“La sociedad dice una cosa y actúa de otra manera”, señalaba una comunicadora en una entrevista. Hacía referencia al hecho de que, si bien la población desea un Estado menos corrupto, un 48% estaría dispuesto a tolerar algo de corrupción si esta resuelve sus problemas. Aunque se abogue por la igualdad en el trato por parte del sistema, tanto en la ley como en el acceso a servicios como salud y educación, existen aceptaciones de prácticas clientelares cuando benefician a ciertos individuos.
En sociedades tan desiguales como la nuestra, donde la democracia no ha logrado eliminar los privilegios económicos y políticos, la corrupción y el clientelismo son vistos como mecanismos funcionales que permiten una movilidad social informal. Si el sistema no garantiza derechos de manera equitativa, sino a través de métodos informales, es comprensible que la ciudadanía adopte estas prácticas como garantía de sus derechos y los de sus familias. Es responsabilidad de todos, especialmente del Estado y los partidos políticos, modificar esta relación entre la ciudadanía y el Estado.
Un análisis informado, con un enfoque tanto regional como global, que considere la realidad nacional y reconozca los desafíos, así como las posibilidades de mejora, resulta esencial. En los próximos artículos, nos dedicaremos a explorar en detalle cada dimensión de la encuesta: actitudes hacia la democracia, participación política, tolerancia, confianza, corrupción y clientelismo.
Transformar la cultura política es fundamental para fortalecer la democracia, el desarrollo y la equidad en el país. A pesar de los enormes desafíos, existen indicadores que evidencian mejoras logradas a través de la participación ciudadana y decisiones políticas.